A Jorge Redondo lo conocen en el mundo del espectáculo como “Mosquito”, y no por casualidad: desde muy joven zumbaba con energía en los círculos teatrales, inquieto, ligero y siempre al acecho de nuevas ideas. Su trayectoria técnica nació entre telones del Festival Internacional de Teatro, se afiló en las aulas de dirección técnica para espectáculos en París, y encontró su gran escenario en Venezuela como fundador y director de Oz Shows: la empresa detrás de varios de los montajes más ambiciosos del país, incluyendo el imponente Fitelven.
Por Eudomar Chacón Hernández
Fotos Ambrosio Oviedo
¿Por qué “Mosquito”?
De niño era flaquito, siempre pegado a los más grandes, y alguien me empezó a decir “Mosquito”. No recuerdo quién fue, pero se pegó. En el liceo siguieron con el apodo, y en el mundo del teatro empezó a convivir Jorge con Mosquito. Al final, me quedé con el zumbido.
¿Qué se enciende en tu cabeza cuando te dicen: hay que montar un evento grande?
Nadie me lo dice, eso lo digo yo. Creo que mi cabeza siempre está encendida. Yo soy el que enciende otras cabezas. Puede sonar pretencioso, pero así lo siento. Nunca me han retado a hacer algo “grande”, ese impulso nace de mí.
¿Qué experiencias despiertan tu creatividad?
No tengo idea. A veces tenemos todo listo, aprobado y diseñado, y en plena reunión lo cambio todo. Puedo ver algo y modificarlo por completo.
¿Cómo defines a Oz en tres palabras (sin decir producción, eventos, ni tecnología)?
Diversión, respeto y amistad.
¿Cuál evento te ha sacado más canas?
Los pequeños. Tienen más detalles, generan exceso de confianza y eso puede jugar en contra. Todos merecen el mismo compromiso.
¿Y el que te ha regalado más sonrisas?
Los que hago con los chamos de El Sistema. Verlos crecer, convertirse en músicos increíbles, me llena de orgullo.
¿Planificas milímetro a milímetro o improvisas con estilo?
Planificamos a fondo. Pero hay que saber improvisar profesionalmente. En producción de campo, la velocidad mental debe ser brutal. No hay espacio para la duda.
¿La escena más loca detrás de bambalinas?
En Los Miserables, una actriz principal se fracturó. Tuvimos que hacer malabares para que el público no notara el cambio.
¿Fitelven en una palabra?
Conectados.
¿A qué evento internacional quisieras llevar el sello de Oz?
A un musical en Broadway o el West End. El reto técnico del teatro musical es impresionante.
¿Qué nunca falta en un montaje de Oz?
Café y risas.
¿Qué emociona más: que todo salga perfecto o que el público lo viva como un sueño?
Que salga perfecto.
¿No es intimidante la búsqueda de la perfección?
No. Para mí, es un reto.
¿Un consejo a tu equipo antes de encender las luces?
No doy consejos, doy aliento. Un “mucha mierda” antes de cada función.
¿Qué pasa por tu cuerpo cuando se apagan las luces y suenan los aplausos?
¿Dónde está el carro, el baño, el sueldo? (risas). Ya en serio, celebramos, nos felicitamos, pero también sigue la faena. La producción no termina ahí. Y al final siempre hay un chiste que contar. Cada producción tiene su anécdota.
